Una novela redonda sobre la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión ante los roles de género contemporáneos.
Una novela redonda sobre la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión ante los roles de género contemporáneos.
Es el verano de 2014. Una mujer joven que acaba de ser abandonada por su pareja huye de Barcelona a Madrid con un secreto y la convicción de que el apocalipsis se acerca. Cuatro siglos antes, otra mujer, Deborah Moody–quien pasó a la historia como «la mujer más peligrosa del mundo»–, se ve obligada a emigrar a las colonias de América del Norte cargando a su vez con otro secreto, muy distinto. ¿Qué tienen en común estas dos mujeres? ¿Por qué han decidido alejarse de aquello que conocen y empezar de nuevo?
Sus voces desgranan dos historias cruzadas sobre violencia e hipocresía, brujas y curanderas. Sobre Salem como posibilidad de un mundo nuevo en el que algo pueda fructificar, lejos de quien juzga y condena. Sobre Barcelona como un espacio hackeado, desalmado y roto por la gentrificación, al borde del colapso, en el que el enamoramiento es una enfermedad y nada puede salvarse. ¿O sí?
Con una prosa deudora de Bret Easton Ellis y Mercè Rodoreda, no exenta de ironía, sarcasmo y misterio, Lucía Lijtmaer ha escrito una novela redonda sobre la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión ante los roles de género contemporáneos. Asimismo, retrata la ciudad como un personaje más, orgulloso y abandonado, que mira a sus habitantes por encima del hombro y parece decir: sigo aquí, pese a todo, húndete conmigo. Frente a la autodestrucción, la autora propone una solución radical: quemarlo todo. Solo así todo cauterizará.
«Dos mujeres, dos sociedades separadas por siglos y dos sensibilidades que se identifican. Relato de un instante que, larvado, atraviesa épocas y espacios en los que política y religión ejecutan el mismo infame chantaje sobre la debilidad de los cuerpos. Lucía Lijtmaer construye una historia no solo conmovedora e imaginativa sino insustituible: anatomiza una selva de sentimientos y poderes atemporales» (Agustín Fernández Mallo).
Coney Island es la única comunidad americana fundada por una mujer. Eso sucedió en el año de 1640 y en la tierra que entonces era New Netherland, hoy Nueva York.
Tiempo antes, en 1586, había nacido en Londres Deborah Munch, quien tiempo después se casaría con Henry Moody y adquiriría el título de Lady Deborah Moody. Aunque luego, a los 43 años, se quedó viuda.
Era 1629 y faltaban todavía 10 años para huir.
Porque Lady Moody abandonó finalmente Inglaterra en barco en 1639. Y lo hizo porque era anabaptista y estaba en contra del bautizo infantil. Vivía convencida de que los niños no pueden comprometerse racionalmente con la fe. Que hay que esperar a que crezcan. Confiar en el tiempo.
Y ésa era una convicción Profunda Inamovible Cemento.
Tenía 53 años y se enfrentó, fue perseguida, viajó con cinco amigas hasta Saugus, Massachusetts, y cuatro años después, cuando fue amonestada por el líder puritano de Saugus, se hartó de todo, fundó una ciudad nueva en una colonia holandesa y convirtió su mundo en un paraíso de la libertad religiosa inusual en aquellos tiempos.
Y de este modo Lady Deborah Moody adquirió el sobrenombre definitivo de Dangerous Woman: Mujer Peligrosa.
Por valiente.
Por osada.
Por necia.
Por libre.
Por eso cuando llegó al sur de Long Island y fundó un pueblo al que le puso el nombre de Gravesend y poco tiempo después los indios atacaron Gravesend y tuvo que huir con sus seguidoras, Lady Moody supo que iba a regresar.
Y regresó.
No a luchar sino a contarle cuentos al Jefe Indio Mattinoh hasta agotarlo. No quería pelear, sino cansarlo. Porque había entendido que solas, ella y sus seguidoras, no podrían ganar un enfrentamiento y optó por sentarse a conversar con los jefes de las tribus indias hasta llegar a un acuerdo.
Fumar la simbólica pipa de la paz.
Escribir un manual del agotamiento masculino y seguirlo al pie de la letra.
Caminar todo el día tras el jefe indio hablando y hablando y hablando hasta que él se hartó, se detuvo en medio de la nada y dijo: basta. Ha ganado usted, Dangerous Woman.
Llámeme Lady Deborah, dijo ella. Involuntariamente coqueta.
Era 7 de mayo de 1645. Y Mattinoh, jefe de los indios niochos, firmó a favor de Lady Moody la venta de la tierra que iba ‹‹desde la casa de Antonie Johnson hasta una isla conocida con el nombre de Conyne Island››, que era su nombre original. Lady Moody pagó a cambio dos pistolas y tres libras de pólvora. En total: 15 dólares.
El movimiento anabaptista o anabautista es considerado como una tercera rama de la Reforma del siglo XVI, ya que no se unió ni con luteranos, ni con calvinistas. Este movimiento es fundamental para entender la libertad de conciencia, el pacifismo, el bautismo de adultos y la separación de iglesia y estado que se promueve en gran parte del protestantismo de hoy.
Su profundo pacifismo y principio de aplicar literalmente los evangelios los convertía en blanco de constantes ataques. Lo anterior los obligó a emigrar hacia el este de Europa y posteriormente a Norteamérica, donde los principios de tolerancia religiosa estaban muy difundidos.