martes, 29 de agosto de 2023

La reina olvidada

 


El reino de Aragón superó el 11 de agosto de 1136 uno de los momentos más delicados de su historia. Aquel día nació Petronila, que daba continuidad a la dinastía real iniciada por Ramiro I y que parecía agotarse con la muerte de Alfonso I el Batallador en 1134. Su hermano Ramiro tuvo que abandonar los hábitos de monje, sentarse en el trono y cumplir con la primera obligación de un rey: tener descendencia. De su unión con Inés de Poitou nació Petronila, sobre cuya frágil figura recayó el peso de la historia, las raíces del reino y el futuro de un territorio colosal, el de la Corona de Aragón. La reina de Aragón, y luego condesa de Barcelona, cumplió con éxito lo que se esperaba de ella. Con La reina olvidada, José Luis Corral rescata la memoria de una de las mujeres más interesantes de la Edad Media y nos descubre a una dama inteligente, sensible y responsable, muy alejada del arquetipo decorativo con el que se suele envolver a las mujeres de esa época. El autor utiliza la primera persona para expresar más de cerca sus inquietudes, deseos, temores y esperanzas. Petronila jamás conoció a su madre, pero se imagina cómo debió de sentirse por haberla abandonado a los dos meses de dar a luz. Con un excelente manejo de las fuentes históricas, Corral recrea la vida de esta admirable reina en una apasionante ficción.

Reinas, damas y señoras


 Las mujeres de la nobleza en la Edad Media, ya fueran reinas, hijas de reyes, condesas o amantes del monarca, han permanecido casi siempre ocultas a ojos de la historia. En el reino de Aragón se convirtieron en piezas indispensables del tablero político, porque ellas daban a luz a futuros soberanos, transmitían el linaje y, mediante sus matrimonios, establecían importantes alianzas con otros reinos. Pero de esas mujeres poco hemos sabido. En los casos más desconcertantes ni siquiera trascendieron sus nombres; en otros, los historiadores no pudieron conocer ni sus orígenes. De la vida de muchas solo queda un documento. Incluso de alguien tan crucial para Aragón como la reina Petronila existen escasas evidencias. Visibilizarlas es una cuenta todavía pendiente, en la que en los últimos años se ha avanzado paso a paso.

Ese es el objetivo de este libro, Reinas, damas y señoras, de la historiadora Anabel Lapeña y la periodista Ana Segura. Desde la época de Ramiro I hasta la de Jaime el Conquistador, las autoras han rastreado en la historia con el fin de rescatar del olvido a mujeres que fueron fundamentales para dar vida al reino de Aragón. Sin ellas, nuestra historia no hubiera sido posible, pero la historia las condenó al olvido y desdeñó su papel.

Y retirarme para siempre de la realidad

 


Allanamientos de morada, mentiras, accidentes, conserje insistente, caza de ratas, perros con pinta agresiva, encuentros con el pasado, copas sofisticadas, el bar Castilla, policías fisgones, más mentiras, pintores polacos, escaleras secretas, astutas ancianas, vecinos engorrosos, lubinas de río, más mentiras, gente distraída, jóvenes matrimonios vascos, herramientas, una mujer enamorada, sectas asesinas, coreografías, neveras repletas de cerveza, atletas tuaregs, farmacéuticas indiscretas, puertas con gatera, trabajos no concluidos, televisores a poco volumen, bollería exótica, flanes indigestos, traiciones, tatuajes, escritorios de estilo victoriano, pendientes elegantes, tercios después del trabajo, pelo morado, deportes en la tele y una pizca de más allá.

viernes, 11 de agosto de 2023

Mision imposible

 


Vivir deprisa


 «Cuando no se presenta ninguna catástrofe, avanzamos sin mirar atrás, clavamos la vista en la línea del horizonte, de frente. Cuando surge un drama, damos marcha atrás, volvemos para rondar por allí, llevamos a cabo una reconstrucción. Queremos entender el origen de todos y cada uno de los gestos, de todas y cada una de las decisiones. Rebobinamos cien veces».

El martes 22 de junio de 1999, Claude, la pareja de Brigitte Giraud, sufrió un accidente de circulación, de resultas del cual falleció en el hospital esa misma noche. Más de veinte años después, la autora, impelida a vender la casa que compró con Claude poco antes del accidente, decide «hacer por última vez un balance» que le permita «cerrar la investigación», para lo cual reconstruye todos los hechos, circunstancias y decisiones que llevaron a que su pareja chocara con la moto que conducía contra un coche. Si el abuelo de la autora no se hubiera suicidado, o si Stephen King hubiera fallecido en un accidente que sufrió en 1999, o si la canción que Claude escuchó antes de salir del trabajo para ir a buscar a su hijo a la salida del colegio hubiera sido más corta (por citar solo tres de los hechos que reconstruye Brigitte Giraud), Claude, que conducía una moto potentísima que no era suya, sino del hermano de la autora, no habría chocado, a las cuatro y veinticinco de la tarde del 22 de junio de 1999, contra el 2CV que conducía Denis R. De esta forma, en "Vivir deprisa", con la que obtuvo el Premio Goncourt en 2022, Giraud nos muestra que hasta la decisión en apariencia más intrascendente o el hecho más ajeno en principio a nosotros pueden tener consecuencias imprevisibles y funestas para


domingo, 6 de agosto de 2023

La cruz de Euge


 Manuel ama a Euge. La ama con ternura, con cariño, con idolatría. Y entonces le escribe una suerte de carta que cuenta sus vivencias juntos. Esa carta es La cruz de Euge, un relato íntimo del que el autor, Luis A. D. Mirado, nos hace testigos ocultos.

Euge tiene una edad indefinida en torno a los 60 años —nadie lo sabe y es el cotilleo de la oficina, pues todos ingresaron cuando ella ya trabajaba allí— y es una secretaria casi vitalicia de la gran empresa a la que ingresa Manuel a trabajar, él también como asistente. Ella persiste el paso del tiempo en el recuerdo de Manuel y sus compañeros de oficina, que va mutando según van pasando los años, construyendo un retrato ejecutado a través de actitudes, anécdotas, palabras, gestos.
Mirado logra así un texto cautivante, que destila amor, pero no del romántico de las telenovelas, sino de ese que se le puede tener a una tía mala y cariñosa a la vez. Al fin, se trata de una pregunta sobre quiénes somos en verdad. 
La cruz de Euge es una interpelación a ella, a Manuel, y también al lector, testigo

Castillos de fuego


 Madrid, 1939-1945. Muchos luchan por salir adelante en una ciudad marcada por el hambre, la penuria y el estraperlo. Como Eloy, un joven tullido que trata de salvar de la pena de muerte a su hermano encarcelado; Alicia, taquillera en un cine que pierde su empleo por seguir su corazón; Basilio, profesor de universidad que afronta un proceso de depuración; el falangista Matías, que trafica con objetos requisados, o Valentín, capaz de cualquier vileza con tal de purgar su anterior militancia. Costureras, estudiantes, policías: vidas de personas comunes en tiempos extraordinarios.

Castillos de fuego es una novela que encierra más verdad que muchos libros de Historia y que transmite el pulso de un tiempo en el que el miedo casi arrasa con la esperanza que, de forma natural, se abre camino entre la devastación. Una época de reconstrucción en la que la guerra ha acabado solo para algunos pero en la que nadie está a salvo, ni los que se alzaron a los pies del dictador ni los que lucharon por derrocarlo.