El protagonista de esta novela encuentra el piano de sonido aterciopelado que siempre ha querido en una pequeña tienda de un barrio barcelonés. Janusz Borowski, un hombre misterioso nacido en un bosque al este de Polonia, le advierte de que se trata de un instrumento muy especial, que deberá cuidar. El piano de cola, con el número de serie 31887, es un Grotrian-Steinweg construido en 1915 en la ciudad alemana de Brunsvic. El inesperado descubrimiento de un secreto oculto en su interior llevará al protagonista a iniciar un largo viaje en un relato que recorre la Europa del siglo xx.
Un grupo de amigos jubilados todavía recuerda la tarde de aquel domingo de enero de 1994 en que un Tito Gil maduro hizo su aparición en el bar restaurante del pueblo, en la Sierra de Madrid. Lo reconocieron por su prodigiosa voz. Regresaba a su lugar natal el afamado actor, el niño prodigio, la gran promesa teatral que parecía haber triunfado en los escenarios de la capital, o tal vez de medio mundo. Quizá en busca de notoriedad, Tito Gil no tardará en proponerles una gran representación colectiva con la que revitalizar el turismo y atraer a gente. Será la última oportunidad de evitar el despoblamiento paulatino. Nadie parece resistirse, pero necesitan a una gran actriz que le dé a él la réplica. En esas fechas, Paula, una mujer que ha visto aplastados sus sueños por la rutina laboral, toma el último tren en Atocha y despierta, sin saberlo, en la estación de un pueblo para ella desconocido. Bajo el sortilegio de un relato oral colectivo, en La última función Luis Landero vuelve a deleitarnos con la fascinación de una historia y de unos personajes que parecen salir de la bruma y tomar la escena para sentirse transformados. Una historia de amor inesperada, y un sinfín de personajes secundarios humorísticos y admirables que culminan en un magistral desenlace.