jueves, 11 de septiembre de 2025

Trilogía de Nueva York

 En La ciudad de cristal, Daniel Quinn, escritor de literatura policíaca, recibe una llamada telefónica de un desconocido que lo toma por un detective y le encarga un caso. En Fantasmas, un detective privado y el hombre al que debe vigilar juegan al escondite en un claustrofóbico universo urbano. En La habitación cerrada el protagonista debe confrontar los recuerdos de un amigo de la infancia cuando recibe la noticia de su desaparición.



Quinn, que en otros tiempos fuera poeta y cuya mujer e hijo han muerto, vive en la más absoluta soledad, escribiendo novelas policíacas, despojado de toda ambición literaria y lejos de los fastos del mundo. Alguien lo llama varias veces por teléfono en medio de la noche, tomándolo por un detective llamado Paul Auster, y solicitando con desesperación su ayuda. Quinn, entre curioso y conmovido, decide al fin personificar al desconocido Paul Auster y concierta una cita. Conoce entonces a otro pálido poeta, que cuenta una historia aterradora: cuando nació, su padre, una combinación de místico y lingüista demente, lo encerró y aisló del mundo durante años para que pudiera hablar «la verdadera lengua de los hombres», aquella que olvidaron tras la construcción de la torre de Babel. Pero el niño fue rescatado y el padre recluido en una institución un manicomio, o quizás una cárcel, de la que ahora está a punto de salir. Y el hijo, que teme por su vida, desea que el detective Paul Auster o Quinn lo proteja. Con "Ciudad de cristal" se inició La trilogía de Nueva York, un deslumbrante conjunto de thrillers posmodernos que, según los críticos, marca un nuevo punto de partida para la novela norteamericana.




El caso parecía bastante sencillo. El señor Blanco, que apareció un día repentinamente, cuando en la vida del detective Azul parecía que ya nada iba a cambiar, quería que Azul siguiera a un hombre llamado Negro, que lo vigilara sin pausa todo el tiempo que hiciera falta. Azul necesitaba un trabajo y no hizo demasiadas preguntas, aunque sospechara desde un principio que Blanco no era el hombre que decía ser. Lo que el detective no sabía era que el caso duraría años, y que cuando desvelara el misterio, o le pusiera un final, si es que a aquello puede llamársele un final, lo que descubriría sería quizá su propio misterio, lo que atisbaría sería su propio final... Situada entre los laberintos detectivescos de Chandler y los páramos existenciales de Beckett, Fantasmas comienza con todos los requisitos de una novela policíaca, pero adquiere muy pronto, y sin perder nada de su suspense, una dimensión metafísica. Y el lector se desliza de un misterio policíaco a un enigma metafísico, de la pregunta «¿quién es el culpable?», a otra mucho más difícil de responder, «¿qué es ser culpable?»



Con la misteriosa desaparición de Fanshawe, amigo de la infancia del narrador de la historia, éste recibe la extraña petición de decidir cuál de los manuscritos que Fanshawe escribió a lo largo de los años es merecedor de ser publicado. Mientras se sumerge en la obra de su amigo, irá absorbiendo también susvivencias.


Una noche de Reyes


 En la noche más mágica del año, una escritora recibe la visita de los fantasmas de algunas de las autoras más icónicas de la literatura, como Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Elena Quiroga, que cruzan la frontera entre la ficción y la realidad para compartir conversaciones inolvidables sobre la creación, la memoria y el paso del tiempo.

A través de estos encuentros, la protagonista—una mujer que mira hacia el pasado para entender el presente—reconstruye su identidad a partir de las casas que ha habitado, las lecturas que la han marcado y los vínculos familiares que la han definido. Entre reflexiones, libros y confesiones íntimas, narra su historia de amor, la relación con su madre y el modo en que la escritura le ha dado sentido a su vida.