En el cuento que da título a este nuevo volumen de relatos de Soledad Puértolas, una madre, tras
contarle por teléfono a su hijo un incidente que le hace entrever la ancianidad, el descontrol de la vida, le dice: «Esto es el fin.» El hijo, un hombre casado, con hijos, en plena edad adulta, recién llegado a casa después de una larga jornada de trabajo, le responde: «¡Qué fin ni qué nada! Ha sido un incidente desagradable, sólo eso...» Cuelga el auricular y da un trago a su bebida. Pero la sensación de ese fin que ha percibido su madre se queda en el aire de la casa, mientras sus hijas duermen o quizá leen cuentos en su cuarto y su mujer deambula por alguna parte.Esta sensación de estar al borde de un acabamiento, de algo que se trunca, que se interrumpe, que deja de existir, está muy presente en estos relatos. Como también a la vez, la impresión de que hay algo después de ese fin, no se sabe qué, porque en realidad no existe el fin, un fin es siempre otra cosa. En el cuento «Mesas», una mujer sale de su confinamiento sin imaginar qué le espera mientras recorre las calles, mientras huye. En «Lord», es el regreso a casa lo que puede dar paso a otro episodio en la vida de la protagonista. En «El Dandi», se rememora una relación amorosa muy breve que, pese a su corta duración, adquiere, en el recuerdo, una dimensión mucho más amplia, envolvente.
En su nueva entrega, Soledad Puértolas –una escritora tan excelente en el ámbito de las novelas como en el de los cuentos– hace hincapié en unos sentimientos y sensaciones que sin duda responden al espíritu de los tiempos, donde las catástrofes, los derrumbamientos, la precariedad de los equilibrios, están manifiestamente presentes y nos obligan a vivir con un alto grado de incertidumbre y desasosiego, y, a la vez, a buscar un diamante entre las sombras, un oasis en el desierto.
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