Cuando era niña, para ayudarla a superar la muerte de su
padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un cuento sobre un poderoso
emperador que convocó a los sabios y les pidió una frase que sirviese para
todas las situaciones posibles. Tras meses de deliberaciones, los sabios se
presentaron ante el emperador con una propuesta: «También esto pasará.» Y la
madre añadió: «El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la
felicidad.»
Ahora es la madre de Blanca quien ha muerto y esta novela,
que arranca y se cierra en un cementerio, habla del dolor de la pérdida, del
desgarro de la ausencia. Pero frente a este dolor queda el recuerdo de lo
vivido y lo mucho aprendido, y cobra fuerza la reafirmación de la vida a través
del sexo, las amigas, los hijos y los hombres que han sido y son importantes
para Blanca, quien afirma: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con
ligereza y alegría es dificilísimo.»
Todo ello en el transcurso de un verano en Cadaqués, con sus
paisajes indómitos y su intensa luz mediterránea que lo baña todo.
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