Corren los años treinta en Madrid y las trabajadoras de un
distinguido salón de té cercano a la Puerta del Sol ajustan sus uniformes para
comenzar una nueva jornada laboral. Antonia es la más veterana, aunque nunca
nadie le ha reconocido su competencia.
A la pequeña Marta la miseria la ha
vuelto decidida y osada. Paca, treintañera y beata, pasa sus horas de ocio en
un convento y Laurita, la ahijada del dueño, se tiene por una «chica moderna».
Únicamente Matilde tiene ese «espíritu revoltoso» que se plantea una existencia
diferente.
Todas trabajan por un salario de hambre y una absoluta falta de
expectativas. Están acostumbradas a callar: frente al jefe, frente al marido,
frente al padre.
Su vida se traduce en esta reflexión de Matilde: «Diez horas
de trabajo, cansancio, tres pesetas».