martes, 31 de agosto de 2021

Amigos para siempre


 Cinco amigos de largo recorrido celebran el 50 cumpleaños de Pedro, el mayor de ellos, junto con sus parejas, en una fiesta en la que la diversión no es voluntaria y las horas deben llenarse de alcohol, drogas, complicidad y recuerdos de batallas pasadas.

Una despedida de la juventud que lo que pretende es retenerla.
Daniel Ruiz describe espectacularmente el desorden y los altos y bajos que se dan en este tipo de ocasiones. Me atrevo a afirmar, sin saber de lo que hablo, que el autor sabe de fiestas. Porque son esa clase de amigos. Conocen mejor sus pasados que su presente. Han vivido juntos momentos épicos y, cómo no, sinsabores. Tienen roles con los que ya no se sienten identificados o ya no merecen o se han alargado en el tiempo injustamente. Hay cariño pero también bromas pesadas, repetidas a lo largo de los años, en los que se han hecho miles de confidencias pero también se han escondido importantes secretos unos a otros.
Hay abrazos y rencillas. Carcajadas y diferencias ideológicas, en una tragicomedia de estilo cinematográfico, - llena de alegorías geniales-, con un hilo narrativo que, a ratos, parece que vaya a desparramarse y que sin embargo se reconduce, una y otra vez, hasta su exagerado final; que te sorprende y te cabrea y te provoca ganas de bailar con tus colegas el gran repertorio de canciones al que se alude en la novela.
Yo a estos tipos, aún no habiéndome caído demasiado simpáticos, los voy a echar de menos, pero "son las siete menos cuarto de la mañana, toca volver a vivir".

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