miércoles, 1 de septiembre de 2010
jueves, 26 de agosto de 2010
Díme quién soy
La historia comienza cuando una periodista recibe una propuesta para investigar la vida de su bisabuela, Amelia Garayoa, de la que lo único que saben es que huyó de España antes de que comenzara la guerra civil, abandonando a su marido y a su hijo. Se verá así obligada a bucear en el pasado, reconstruyendo la vida de Amelia desde sus comienzos. Marcada por cuatro hombres muy diferentes, ‘Dime quién soy’ nos trae casi mil páginas repletas de amor, desamor y aventuras. Sin duda una buena noticia para los miles de fans que esta escritora tiene en nuestro país.
Julia Navarro nació en Madrid en 1953. Periodista, ha trabajado en televisión y prensa escrita, y es autora de varios libros de actualidad política como Entre Felipe y Aznar o La izquierda que viene. Sin embargo, la fama internacional le vendrá con La hermandad de la sábana santa, una particular mezcla de aventuras e intriga histórica. Con La Biblia de barro y La sangre de los inocentes concluiría una trilogía que ha vendido más de tres millones de ejemplares en todo el mundo.
Julia Navarro reconoce que normalmente sus libros parten de los temas de actualidad que le preocupan y le interesan. Sin embargo, este libro tiene una génesis diferente, y nos lo explica ella misma con estas palabras:
(...) el punto de partida de este nuevo libro es muy personal. Tiene que ver con la memoria familiar, con esas historias que cuando era niña escuchaba contar a mi abuela y a mi madre sobre el horror y las consecuencias de la guerra civil.
Julia Navarro nació en Madrid en 1953. Periodista, ha trabajado en televisión y prensa escrita, y es autora de varios libros de actualidad política como Entre Felipe y Aznar o La izquierda que viene. Sin embargo, la fama internacional le vendrá con La hermandad de la sábana santa, una particular mezcla de aventuras e intriga histórica. Con La Biblia de barro y La sangre de los inocentes concluiría una trilogía que ha vendido más de tres millones de ejemplares en todo el mundo.
Julia Navarro reconoce que normalmente sus libros parten de los temas de actualidad que le preocupan y le interesan. Sin embargo, este libro tiene una génesis diferente, y nos lo explica ella misma con estas palabras:
(...) el punto de partida de este nuevo libro es muy personal. Tiene que ver con la memoria familiar, con esas historias que cuando era niña escuchaba contar a mi abuela y a mi madre sobre el horror y las consecuencias de la guerra civil.
La soledad de los números primos
La soledad de los números primos de Paolo Giordano:
Paolo Giordano se ha convertido, hoy por hoy, en el fenómeno editorial más relevante de los últimos años en Italia. Con tan sólo veintiséis años, La soledad de los números primos, ópera prima de este recién licenciado en Física Teórica, ha sido galardonada con el premio Strega 2008 y ha conseguido un éxito de ventas sin precedentes para una primera novela. Asimismo, ha despertado un gran interés internacional y será traducido a veintitrés idiomas.
Como introducción a esta excepcional novela, dejemos al texto hablar por sí mismo: «En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»
Esta bella metáfora es la clave de la dolorosa y conmovedora historia de Alice y Mattia. Una mañana fría, de niebla espesa, Alice sufre un grave accidente de esquí. Si la firmeza y madurez con que este joven autor desarrolla el tono narrativo impresiona y sorprende, no menos admirable es su valor es su valor para asomarse sin complejos, nada más y nada menos, a la esencia de la soledad.
Paolo Giordano se ha convertido, hoy por hoy, en el fenómeno editorial más relevante de los últimos años en Italia. Con tan sólo veintiséis años, La soledad de los números primos, ópera prima de este recién licenciado en Física Teórica, ha sido galardonada con el premio Strega 2008 y ha conseguido un éxito de ventas sin precedentes para una primera novela. Asimismo, ha despertado un gran interés internacional y será traducido a veintitrés idiomas.
Como introducción a esta excepcional novela, dejemos al texto hablar por sí mismo: «En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»
Esta bella metáfora es la clave de la dolorosa y conmovedora historia de Alice y Mattia. Una mañana fría, de niebla espesa, Alice sufre un grave accidente de esquí. Si la firmeza y madurez con que este joven autor desarrolla el tono narrativo impresiona y sorprende, no menos admirable es su valor es su valor para asomarse sin complejos, nada más y nada menos, a la esencia de la soledad.
lunes, 23 de agosto de 2010
El árbol de Jesé
Árbol de Jesé es el nombre que tradicionalmente recibe el árbol genealógico de Cristo, a partir de Jesé, padre del rey David. En el Apocalipsis de Juan, Jesús afirma: Yo soy la raíz y el retoño de David
El nombre de Jesé es un doblete helenístico del de Isaías, con lo que también se le conoce como Ishai o Isaí. Tanto Mateo como Lucas parten de David para llegar a José (padre putativo de Jesús), aunque algunos piensan que la genealogía de Lucas sería en realidad la de María.
El Nuevo Testamento apoya así la profecía de Isaías: Saldrá un vástago del tronco de Isaí (Jesé), y un retoño de sus raíces brotará. San Jerónimo hizo que la vara fuera virga (que efectivamente es vara, pero también virgen), con lo que sale una vara, que es la Virgen, y de ella un retoño, que es Jesús.
El árbol de Jesé se ha representado en la cultura cristiana en numerosas ocasiones, (por ejemplo lo hace Absolon Stumme en su cuadro El Árbol de Jesé) identificándolo también con el árbol de la vida del Génesis.
El nombre de Jesé es un doblete helenístico del de Isaías, con lo que también se le conoce como Ishai o Isaí. Tanto Mateo como Lucas parten de David para llegar a José (padre putativo de Jesús), aunque algunos piensan que la genealogía de Lucas sería en realidad la de María.
El Nuevo Testamento apoya así la profecía de Isaías: Saldrá un vástago del tronco de Isaí (Jesé), y un retoño de sus raíces brotará. San Jerónimo hizo que la vara fuera virga (que efectivamente es vara, pero también virgen), con lo que sale una vara, que es la Virgen, y de ella un retoño, que es Jesús.
El árbol de Jesé se ha representado en la cultura cristiana en numerosas ocasiones, (por ejemplo lo hace Absolon Stumme en su cuadro El Árbol de Jesé) identificándolo también con el árbol de la vida del Génesis.
El mito del camino Santiago
Cuenta la tradición que hacia el año 820 un ermitaño llamado Pelayo, afirmó que observaba muchas noches unas luces que semejaban una lluvia de estrellas fugaces, que caían siempre sobre el mismo montículo. Pelayo, impresionado por la lluvia de estrellas, se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, para informarle del suceso. El obispo se trasladó hasta el lugar y pudo contemplar el fenómeno relatado por el ermitaño. Un fuerte resplandor iluminaba el lugar en donde, entre la densa vegetación, encontrarían un sepulcro de piedra en el que reposaban tres cuerpos, identificados como el de Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio.
Sitúense en el siglo IX, 800 años después de la muerte de Santiago.
El más antiguo se los relatos pormenorizados que se conserva sobre el descubrimiento es la "Concordia de Antealtares", escrito doscientos cincuenta años después, concretamente en el 1077.
Y es a partir de esa fecha, cuando el sepulcro se convierte en punto de peregrinación de todo el continente Europeo. El camino quedó definido entonces recurriendo básicamente a las numerosas calzadas romanas que unían diferentes puntos de la península.
Hace pocos años, unos cien, más de mil después del descubrimiento, en 1878 el Papa León XIII expide una Bula donde confirma la autenticidad de los restos del Apóstol, que habían sido reencontrados tras haberse escondido contra los saqueos casi tres siglos antes. Este hecho, junto al descubrimiento de la tumba de Teodomiro en 1949, hace renacer el interés por el Camino de Santiago.
Hasta aquí llega la historia oficial del Camino de Santiago, basada en conjeturas, las más de las veces, inverosímiles, intereses religiosos, políticos, sociales, turísticos y, curiosamente, poco o nada históricos.
Pero existe, también, otra versión sobre de quién son los restos que descansan en la tumba de Compostela. Conozcamos esa otra leyenda. Hacia el año 349 nace Prisciliano en Iria Flavia en el útero mismo de la Galicia esotérica y mágica. Iria Flavia es por aquel entonces un mítico lugar de ancestrales cultos protocélticos, enclavada en un altozano que pareciera un gigantesco menhir, se decía que era la última etapa de peregrinación de los druidas del continente antes de llegar a los confines de la Tierra, el Finisterrae, esa zona que hoy conocemos como Costa de la Muerte.
Sabemos que aquel joven gallego empujado por su pasión por el gnosticismo conoció a Ágape y Marcos, discípulos de Basílides, hombre clave del hermetismo maniqueo más esotérico, fue Prisciliano también discípulo de Delphidius catedrático de retórica y poeta, considerado descendiente directo de los druidas. Prisciliano fundó en Burdeos, junto con Elpidio una comunidad de pensadores, vestían túnicas blancas y se dedicaban, entre otras muchas labores, a la recolección de piedras sagradas (abraxas) en antiguas cuevas prehistóricas de Aquitania. Amantes de la noche, trabajaban a la luz de la luna para incrementar la luminaria del fuego, tal como hacían los antiguos celtas que adoraban el plenilunio.
Expulsado de Aquitania por acusaciones de brujería, Prisciliano condujo a sus seguidores a su céltica Galicia, la cuna europea del paganismo, pero ni en su mágica tierra se vio libre de sus enemigos y fue acusado junto a Prócula de escándalo amoroso. Muchos historiadores sostienen que Prócula fue la inspiradora de la elección de la venera (vieira) como símbolo del peregrinaje iniciático hacia la Costa de la Muerte.
Jamás se rindió Prisciliano a las falsas acusaciones de sus enemigos, llegó a ser obispo de Ávila, predicó la pobreza como virtud y los evangelios apócrifos, ampliando con el paso del tiempo el número de sus seguidores que reclutaba entre las elites culturales y del poder.
Fue tan grande su influencia que fue perseguido por las más altas instancias de la iglesia hasta que lograron su condena a muerte tras sufrir grandes torturas acusado de maniqueo, hermetista y llegaron a decirse de él que era la reencarnación de un brujo druida de la prehistoria gallega.
La cabeza de Prisciliano rodó en Tréveris -Alemania- en la primavera del año 385 ante los extasiados ojos de un público que no entendía lo que estaba ocurriendo. Con la muerte de Prisciliano muere su historia y nace su leyenda.
Cuatro años después de su muerte, un grupo de seguidores gallegos llega a la cuidad alemana de Tréveris a reclamar el cuerpo de su maestro Prisciliano y los discípulos ejecutados con él para transportarlos a su hermética tierra de druidas y darle cristiana sepultura. Con él muere la leyenda herética y nace la secreta historia de Prisciliano y sus discípulos.
El cuerpo es llevado a hombros a lo largo de la Galia y la Hispania, recorriendo "casualmente" un itinerario que con el paso de los siglos se convertirá en la ruta jacobea, el hoy popular y turístico Camino de Santiago.
Prisciliano fue inhumado cerca de su tierra natal, Iria Flavia. Muy posiblemente sus restos mortales pasarían siglos después a la cripta de la catedral de Compostela bajo el velo protector de la leyenda de Santiago Apóstol.
Casi nada se puede afirmar del silente trabajo de sus seguidores, si fueron ellos quienes trazaron la ruta jacobea o ésta ya era un itinerario druida anterior, que aprovecharon los romanos para trazar sus calzadas, si los restos que hoy se atribuyen a Santiago Apóstol son los de Prisciliano, si los Cátaros, los Masarríes o los Templarios que surgieron años después, eran seguidores de este gnóstico o si, aún hoy, otras Sociedades Secretas siguen sus postulados.
Otros de los denominados caminos de Santiago, son anteriores al propio Santiago, Así en denominado camino de la Plata, es una calzada romana que unía Mérida con la ciudad de la Gallaecia, Asturiga (Astorga) donde se ubicaba la Legión Séptima Gémina.
Sea como fuere, Prisciliano creó una escuela gnóstica de grande influencia en los años posteriores y que aún hoy pueden detectarse sus vestigios en el pensamiento religioso del pueblo gallego, ese híbrido que aún hoy se profesa, mezcla de paganismo y cristianismo; aquella escuela proclamaba la liberación a través del conocimiento, en contraposición a la salvación a través de la fe.
Pero aún hay más versiones. Para quien conozca bien Galicia, no le resultará extraño oír que gran parte de su tradición cultural, de clara influencia atlántica, se ha trasmitido durante siglos de forma oral en la intimidad del hogar, sus muchas las creencias paganas, (Santa Compaña - Premoniciones - Lugares Sagrados - Meigas...) asimiladas muchas de ellas por el cristianismo y que han perdurado desde el neolítico hasta nuestros días.
Entre esas tradiciones orales existe una extendida por toda la Costa de la Muerte que narra las ancestrales peregrinaciones de los druidas de los pueblos atlánticos, a través de un camino iniciático que siguiendo las estrellas en la noche clara (Vía láctea) les conducía hasta el fin del mundo (Finisterrae). Era un camino hacia la muerte alegórica, allá donde muere el sol cada día, para renacer en el camino de regreso hacia el oriente.
Esa relación de esa costa con la muerte es una constante en la historia, ya los griegos la denominaban como Dutika Mere que significa región de la muerte. No debemos olvidar que en aquella tierra plana, esta franja de tierra era el fin del mundo, donde el Sol (Helios) era tragado a diario por el océano. Cada atardecer se hundía en Hades, país de los muertos para renacer de nuevo por senderos misteriosos en el oriente, emergiendo cada mañana con todo su esplendor. Según la mitología griega, Hermes trasladaba a los infiernos las almas de los muertos ayudado por Caronte que conducía su barca de piedra hasta Hades, la actual Costa de la Muerte. Fíjense la similitud, en ambos mitos, de la barca de piedra de Caronte y la que trajo cuerpo de Santiago a Galicia.
El célebre historiador católico Claudio Sánchez Albornoz: «...pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.» (C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71).
Unamuno escribía en sus "Andanzas y visiones españolas" (1922) que «todo hombre moderno, dotado de espíritu crítico, no puede admitir, por católico que sea, que el cuerpo de Santiago el Mayor repose en Compostela»
Interpretación Pórtico de la Gloria
http://www.porticodelagloria.com
martes, 17 de agosto de 2010
La estirpe de la mariposa
El esplendor del califato cordobés, durante el reinado de la dinastía Omeya, es el marco escogido por Magdalena Lasala -coautora del gran éxito Moras y cristianas-, para su primera incursión en el género de la novela. Desde la construcción de Madinat al-Zahrâ, la maravillosa ciudad que con su culto por la belleza y el saber sembró la semilla del Renacimiento, hasta su aciago destino, se desarrolla esta fascinante saga de cinco generaciones de mujeres y de los hombres que las amaron. Zayyân, Lubná, Nûr, Sabay y Hawâ conforman la estirpe de la mariposa, llamada así por un pequeño colgante de cuarzo rosado, con la forma de una mariposa de alas abiertas, símbolo de la feminidad y de la continuidad del linaje. Durante ochenta y cinco años, el lector seguirá paso a paso el florecimiento de la civilización más rica de la Europa de aquellos tiempos. Sin embargo, cuando finalmente las mujeres disfrutan con plena libertad de una vida suntuosa en la maravillosa ciudad-palacio, una especie de jaula de oro donde el tiempo parece haberse detenido en el apogeo de una cultura de placer y refinamiento, el califato se ve amenazado por unos enemigos celosos de su riqueza.
En La estirpe de la mariposa, Magdalena Lasala recupera por fin un tiempo y un lugar injustamente olvidados de nuestra Historia. Y lo hace de forma pausada, sensorial e incluso atemporal, tal como Madinat al-Zahrâ quiso ser. Las descripciones son minuciosas, intensas, acordes con el mundo que crearon aquellos hombres y mujeres venidos de un lejano y árido desierto, para quienes la simple caída de una gota de agua contenía mil colores y melodías de gloria.
--------------------------------------------------------------------------------
En La estirpe de la mariposa, Magdalena Lasala recupera por fin un tiempo y un lugar injustamente olvidados de nuestra Historia. Y lo hace de forma pausada, sensorial e incluso atemporal, tal como Madinat al-Zahrâ quiso ser. Las descripciones son minuciosas, intensas, acordes con el mundo que crearon aquellos hombres y mujeres venidos de un lejano y árido desierto, para quienes la simple caída de una gota de agua contenía mil colores y melodías de gloria.
--------------------------------------------------------------------------------
Romance de ciego
Ángeles de Irisarri recrea la sociedad de finales del siglo XIX con el más brillante de los estilos de la narrativa contemporánea.
A finales del siglo XIX, la acaudalada e influyente familia Arriazu vive los cambios sociales que se producen en España con el advenimiento y generalización del ferrocarril, del teléfono, la luz eléctrica, el cine y el automóvil. Los señores aceptan gustosos el progreso que la llegada de los nuevos inventos supone para la vida cotidiana, pero sus criados recelan de la utilidad de semejantes novedades. Las protagonistas de esta novela conducen el hilo de la narración y son ellas las que marcan la dirección, el peso de los acontecimientos y las que se atreven a cambiar las situaciones. En una palabra, son ellas las que desean forjar su propio futuro, aunque no siempre lo consiguen... Porque la vida es como es, y la suerte o la desgracia la dirige a su antojo y, en consecuencia, no pueden escapar al destino que las enreda, a todas, en su madeja. En este nuevo mundo recién nacido, que preludia el siglo XX, tanto las mujeres de casa Arriazu como las que habitan fuera de ella, aman, sueñan, odian, lloran, sufren, ríen, bailan, leen y se divierten, tomando parte activa en el pequeño universo que les ha correspondido vivir, cada una con sus desvelos, tristezas, alegrías, secretos, pecados y pecadillos. Ángeles de Irisarri, ateniéndose a los hechos históricos, recrea con fidelidad la compleja atmósfera social, política y económica de la época, consiguiendo en Romance de ciego una novela en la mejor tradición de la narrativa contemporánea, léase Balzac, Galdós o Leopoldo Alas «Clarín».
A finales del siglo XIX, la acaudalada e influyente familia Arriazu vive los cambios sociales que se producen en España con el advenimiento y generalización del ferrocarril, del teléfono, la luz eléctrica, el cine y el automóvil. Los señores aceptan gustosos el progreso que la llegada de los nuevos inventos supone para la vida cotidiana, pero sus criados recelan de la utilidad de semejantes novedades. Las protagonistas de esta novela conducen el hilo de la narración y son ellas las que marcan la dirección, el peso de los acontecimientos y las que se atreven a cambiar las situaciones. En una palabra, son ellas las que desean forjar su propio futuro, aunque no siempre lo consiguen... Porque la vida es como es, y la suerte o la desgracia la dirige a su antojo y, en consecuencia, no pueden escapar al destino que las enreda, a todas, en su madeja. En este nuevo mundo recién nacido, que preludia el siglo XX, tanto las mujeres de casa Arriazu como las que habitan fuera de ella, aman, sueñan, odian, lloran, sufren, ríen, bailan, leen y se divierten, tomando parte activa en el pequeño universo que les ha correspondido vivir, cada una con sus desvelos, tristezas, alegrías, secretos, pecados y pecadillos. Ángeles de Irisarri, ateniéndose a los hechos históricos, recrea con fidelidad la compleja atmósfera social, política y económica de la época, consiguiendo en Romance de ciego una novela en la mejor tradición de la narrativa contemporánea, léase Balzac, Galdós o Leopoldo Alas «Clarín».
Personajes: Olimpia, Cósima, Flora, Teolinda...
Ángeles de Irisarri
Nacida en Zaragoza. Licenciada en Filosofía y Letras (sección de Geografía e Historia). Ejerció de profesora de Instituto y de archivera. Trabajó en una agencia de publicidad de jefe de medios y administración. En la actualidad se dedica en exclusiva a la literatura.
Escudo de Zaragoza
Un hecho poco conocido es que Zaragoza perteneció durante un tiempo a Castilla. Fue el año 1134, cuando ante la amenaza almorávide, en tiempos de Ramiro II el Monje, Alfonso VII de Castilla se apoderó de la ciudad. Alfonso, incluso la cedió a Navarra y, cuando pasó a manos de Ramiro, siguió bajo la protección castellana hasta el tercer cuarto del siglo XII. Precisamente, de aquella época procede el escudo de la ciudad, un león, que se refiere al reino leonés.
Basilio Paraiso
Basilio Paraíso (Laluenga, Huesca, 1849 - Madrid, 1930) fue un empresario y político español.
Hijo de un maestro, cursó estudios escolares en Huesca y Zaragoza, donde se licenció en medicina en 1868 y comenzó su carrera empresarial.
Fue presidente de la Cámara Oficial de Comercio e Industria (1893-1919), fundador de la sociedad editorial del Heraldo de Aragón (1898), miembro del Congreso de los Diputados (1901) y senador vitalicio. Ayudaba a organizar la Exposición Hispano-Francesa de 1908.
En 1916 (en pleno transcurso de la Primera Guerra Mundial), fue nombrado por el Conde de Romanones presidente del comité ejecutivo de la Junta Central de Subsistencias, la cual regulaba la producción, el nivel y el precio, en el comercio, pero dimitió en 1917 a causa de divergencias con el propio Gobierno que llevó a García Prieto a la Presidencia.
Hijo de un maestro, cursó estudios escolares en Huesca y Zaragoza, donde se licenció en medicina en 1868 y comenzó su carrera empresarial.
Fue presidente de la Cámara Oficial de Comercio e Industria (1893-1919), fundador de la sociedad editorial del Heraldo de Aragón (1898), miembro del Congreso de los Diputados (1901) y senador vitalicio. Ayudaba a organizar la Exposición Hispano-Francesa de 1908.
En 1916 (en pleno transcurso de la Primera Guerra Mundial), fue nombrado por el Conde de Romanones presidente del comité ejecutivo de la Junta Central de Subsistencias, la cual regulaba la producción, el nivel y el precio, en el comercio, pero dimitió en 1917 a causa de divergencias con el propio Gobierno que llevó a García Prieto a la Presidencia.
Camón Aznar
José Camón Aznar (Zaragoza, España, 5 de octubre de 1898 — Madrid, España, 14 de mayo de 1979) . Catedrático, historiador, literato y pensador español del siglo XX.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza, aunque nunca ejerció, tras terminar los estudios de leyes que realizó por imperativo paterno, comenzaría la licenciatura de Filosofía y letras. Se doctoró en Filosofía y Letras y ganó la cátedra de Teoría de la Literatura y de las Artes en la Universidad de Salamanca en 1924. Durante esos años en Salamanca, se vio muy vinculado al partido Radical, y a la persona de Miguel de Unamuno, causa por la que tras el final de la Guerra Civil perdiera la cátedra. Desde 1939 impartió lecciones de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza. En 1942, mediante concurso de oposición, obtuvo la cátedra de Historia del Arte medieval en la Universidad de Madrid, de cuya Facultad de Filosofía y Letras llegó a ser decano y con posterioridad Decano honorario.
Fue miembro de número de las Reales Academias de Bellas Artes de San Fernando, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas, miembro de honor de la Real Academia de Bellas Artes de Zaragoza y correspondiente de las de Bellas Artes de Lisboa, San Carlos de Valencia, San Jorge de Barcelona, también de numerosas en Hispanoamérica. Director de la fundación del Museo Lázaro Galdiano. Consejero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Presidente de la Asociación Nacional de Críticos de Arte, miembro del Patronato del Museo del Prado, del Museo Arqueológico Nacional, del de Arte Contemporáneo de Madrid y del Alcázar de Segovia. Miembro del comité que debía dirigir los estudios de S.A.R. El Príncipe Juan Carlos de Borbón. Hijo Predilecto y meritísimo de la ciudad de Zaragoza.
Dirigió la Revista de Ideas Estéticas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y fundador de la publicación Goya, del Museo Lázaro Galdiano.
Su producción literaria fue muy copiosa. Entre sus obras figuran Dios en San Pablo, la novela El pastor Quijótiz y las tragedias Hitler, Lutero, Ariadna, "El Cid, personaje mozárabe", "El ser en el espíritu" y "Filosofía del arte".
En cuanto a sus publicaciones de Arte y Estética encontramos: "El arte desde su esencia", "El escultor Juan de Ancheta", "La Arquitectura plateresca, "Domenico Greco", "Picasso y el Cubismo", "La Arquitectura y el la orfebrería en el Siglo XVI", "Pintura medieval en España", "Velázquez", "La pintura española en el Siglo XVI", "Miguel Ángel", "La pintura española en el Siglo XVII", "Juan de Echebarría", "Berruguete", "Goya". Así como innumerables artículos periodísticos, catálogos de exposiciones, prólogos de obras literarias, filosóficas, artísticas. Comentarios y críticas a casi todos los principales artistas españoles contemporáneos, recensiones de libros, etc.
Durante todo su vida fue formando una importantísima colección de obras artísticas y literarias. Donaría toda este legado al pueblo de Aragón, creándose el Museo e Instituto de Humanidades Camón Aznar.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza, aunque nunca ejerció, tras terminar los estudios de leyes que realizó por imperativo paterno, comenzaría la licenciatura de Filosofía y letras. Se doctoró en Filosofía y Letras y ganó la cátedra de Teoría de la Literatura y de las Artes en la Universidad de Salamanca en 1924. Durante esos años en Salamanca, se vio muy vinculado al partido Radical, y a la persona de Miguel de Unamuno, causa por la que tras el final de la Guerra Civil perdiera la cátedra. Desde 1939 impartió lecciones de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza. En 1942, mediante concurso de oposición, obtuvo la cátedra de Historia del Arte medieval en la Universidad de Madrid, de cuya Facultad de Filosofía y Letras llegó a ser decano y con posterioridad Decano honorario.
Fue miembro de número de las Reales Academias de Bellas Artes de San Fernando, de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas, miembro de honor de la Real Academia de Bellas Artes de Zaragoza y correspondiente de las de Bellas Artes de Lisboa, San Carlos de Valencia, San Jorge de Barcelona, también de numerosas en Hispanoamérica. Director de la fundación del Museo Lázaro Galdiano. Consejero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Presidente de la Asociación Nacional de Críticos de Arte, miembro del Patronato del Museo del Prado, del Museo Arqueológico Nacional, del de Arte Contemporáneo de Madrid y del Alcázar de Segovia. Miembro del comité que debía dirigir los estudios de S.A.R. El Príncipe Juan Carlos de Borbón. Hijo Predilecto y meritísimo de la ciudad de Zaragoza.
Dirigió la Revista de Ideas Estéticas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y fundador de la publicación Goya, del Museo Lázaro Galdiano.
Su producción literaria fue muy copiosa. Entre sus obras figuran Dios en San Pablo, la novela El pastor Quijótiz y las tragedias Hitler, Lutero, Ariadna, "El Cid, personaje mozárabe", "El ser en el espíritu" y "Filosofía del arte".
En cuanto a sus publicaciones de Arte y Estética encontramos: "El arte desde su esencia", "El escultor Juan de Ancheta", "La Arquitectura plateresca, "Domenico Greco", "Picasso y el Cubismo", "La Arquitectura y el la orfebrería en el Siglo XVI", "Pintura medieval en España", "Velázquez", "La pintura española en el Siglo XVI", "Miguel Ángel", "La pintura española en el Siglo XVII", "Juan de Echebarría", "Berruguete", "Goya". Así como innumerables artículos periodísticos, catálogos de exposiciones, prólogos de obras literarias, filosóficas, artísticas. Comentarios y críticas a casi todos los principales artistas españoles contemporáneos, recensiones de libros, etc.
Durante todo su vida fue formando una importantísima colección de obras artísticas y literarias. Donaría toda este legado al pueblo de Aragón, creándose el Museo e Instituto de Humanidades Camón Aznar.
Astures
Los astures (asturi en Latín) fueron un antiguo pueblo que habitaba el noroeste de la península ibérica y cuyo territorio comprendía aproximadamente la comunidad autónoma de Asturias, las provincias de León y Zamora, la zona oriental de Lugo y Orense y parte del distrito portugués de Braganza.
Se considera que el origen y formación de esta cultura radica, entre otros aspectos, en la mezcla de una población autóctona, cuyo origen no está muy claro, con grupos de población llegados de la zona centroeuropea. No obstante, el conjunto de etnicidad de este grupo no parece nítido, y la mayoría de investigadores se inclinan a pensar en que la denominación astures sería solamente un convencionalismo empleado por los romanos a su llegada al Noroeste peninsular.
Se trataría de grupos de comunidades locales, organizados según los valles y unidades menores del territorio. Esto es posible confirmarlo en las singularidades que presentan las decoraciones cerámicas de la Edad del Hierro que denotan particularidades comarcales. De dudosa filiación lingüistica, hay una clara presencia de términos relacionados con el grupo céltico indoeuropeo.
A través de los textos clásicos conocemos algunas de sus tribus, como los pésicos, los tiburos o los gigurros. Tenían por vecinos a los galaicos, cántabros y vacceos. Se han conservado algunos de los rasgos astures, como el sistema de poblamiento denso y disperso basado en aldeas autosuficientes, la explotación colectiva de la tierra o las tradiciones comunales.
Se considera que el origen y formación de esta cultura radica, entre otros aspectos, en la mezcla de una población autóctona, cuyo origen no está muy claro, con grupos de población llegados de la zona centroeuropea. No obstante, el conjunto de etnicidad de este grupo no parece nítido, y la mayoría de investigadores se inclinan a pensar en que la denominación astures sería solamente un convencionalismo empleado por los romanos a su llegada al Noroeste peninsular.
Se trataría de grupos de comunidades locales, organizados según los valles y unidades menores del territorio. Esto es posible confirmarlo en las singularidades que presentan las decoraciones cerámicas de la Edad del Hierro que denotan particularidades comarcales. De dudosa filiación lingüistica, hay una clara presencia de términos relacionados con el grupo céltico indoeuropeo.
A través de los textos clásicos conocemos algunas de sus tribus, como los pésicos, los tiburos o los gigurros. Tenían por vecinos a los galaicos, cántabros y vacceos. Se han conservado algunos de los rasgos astures, como el sistema de poblamiento denso y disperso basado en aldeas autosuficientes, la explotación colectiva de la tierra o las tradiciones comunales.
domingo, 15 de agosto de 2010
Catedral de Astorga
La Catedral de Astorga, dedicada a Santa María, es la sede episcopal de la diócesis de Astorga.
Se empezó a construir en 1471, dentro del mismo enclave amurallado de sus antecesoras románicas de los siglos XI y XIII, constituyendo esta última la base para su ampliación.
Se empezó a construir en 1471, dentro del mismo enclave amurallado de sus antecesoras románicas de los siglos XI y XIII, constituyendo esta última la base para su ampliación.
Construida según las pautas del Gótico final en su mayor parte, otros estilos arquitectónicos perfectamente integrados conviven en el edificio, dado que las obras se extendieron hasta el siglo XVIII: claustro reformado en el siglo XVIII con influencias del neoclásico, exterior barroco en torres, chapiteles y fachada, y pórtico con resabios renacentistas.
La Catedral y el Palacio Episcopal.El edificio forma un complejo catedralicio que comprende tres áreas diferenciadas:
La Catedral y el Palacio Episcopal.El edificio forma un complejo catedralicio que comprende tres áreas diferenciadas:
Casi adyacente a la catedral se encuentra el Palacio Episcopal de Astorga, obra del arquitecto modernista Antoni Gaudí, formando ambos un armónico conjunto pese a las diferentes épocas en las que fueron construidos
La construcción se llevó a cabo entre 1889 y 1915.Unos años antes se había producido un incendio en el palacio episcopal, que lo dejó totalmente destruido. Ya que la ciudad no disponía de un arquitecto diocesano, el obispo Joan Baptista Grau i Vallespinós decidió encargar la construcción del nuevo palacio episcopal a su amigo Gaudí. La amistad entre ambos había comenzado años atrás mientras Grau –reusense como Gaudí– fue vicario general de la archidiócesis de Tarragona e inauguró la iglesia de Jesús-María cuyo altar Gaudí había diseñado.
Cuando Gaudí recibió el encargo de construir el palacio episcopal estaba ocupado en diversos proyectos, como el Palacio Güell, los Pabellones Güell, el Colegio de las Teresianas y la Sagrada Familia, por lo que no podía desplazarse a Astorga para estudiar el terreno y el entorno del nuevo edificio. Para no retrasar el proyecto le pidió al obispo que le enviase fotografías, dibujos y demás información del lugar, que le permitiesen comenzar a proyectar el palacio de manera que armonizase con las edificaciones de su entorno. Una vez hubo estudiado todo el material recibido, Gaudí preparó los planos del proyecto y los envió a Astorga. Grau se sintió satisfecho e inició los trámites para obtener los permisos administrativos. Después de haberse introducido algunas modificaciones, el proyecto fue aprobado en el mes de febrero de 1889. Unos meses después, el 24 de junio, se puso la primera piedra.
Aunque por subasta pública las obras se adjudicaron al contratista astorgano Policarpo Arias Rodríguez, Gaudí decidió emplear en la obra obreros y albañiles catalanes que ya habían trabajado para él, a fin de que durante sus ausencias la obra continuase de forma precisa según sus ideas. El Palacio Episcopal de Astorga es un edificio que tiene un aire medieval, apropiado para su finalidad. Gaudí lo proyectó en estilo neogótico,[2] corriente que provenía de la arquitectura historicista de moda en aquel momento, y que Gaudí empleó en el Colegio de las Teresianas, en Bellesguard y en la Casa Botines, además de en Astorga.
En 1893, tras la muerte del obispo Grau, Gaudí dimitió por desavenencias con el Cabildo, estando las obras paradas durante varios años. Finalmente, fue terminado entre 1907 y 1915 por el arquitecto Ricardo García Guereta.
Durante la Guerra Civil sirvió de cuartel de la Falange. En 1956, el obispo Julià Castelltort -de nuevo un catalán en escena- inició la restauración para convertir el edificio en residencia del obispo, función inicial que nunca llegó a consumarse; fallecido al poco tiempo, el nuevo obispo, Marcelo González Martín, renunció finalmente a la función episcopal y promovió la conversión a lo que es actualmente el palacio, el Museo de los Caminos, dedicado al Camino de Santiago.
Astorga
Astorga es un municipio y ciudad española situada en la zona central de la provincia de León, en la comunidad autónoma de Castilla y León. Está situada en la comarca de la Maragatería, de la cual es su núcleo más importante, en el tránsito entre el Páramo y los montes de León. La ciudad es cabeza de una de las diócesis más extensas y antiguas de España, cuya jurisdicción abarca la mitad de la provincia de León y parte de las de Orense y Zamora.
Nacida como campamento militar romano de la Legio X Gemina a finales del siglo I a. C., poco después se transformó en un núcleo civil. Capital del Conventus Asturum, Asturica Augusta fue un importante nudo de comunicaciones en el noroeste peninsular y gozó de cierta prosperidad en los primeros siglos de nuestra era gracias a la cercanía de varias explotaciones mineras, entre ellas Las Médulas. Tras el fin de éstas y las sucesivas destrucciones de la ciudad, ésta se vio sumida en un prolongado letargo hasta que en el siglo XI el impulso del Camino de Santiago supuso la revitalización del núcleo urbano.
Entre sus monumentos más representativos se encuentran la Catedral, el Palacio Episcopal, el Ayuntamiento y la Ergástula romana.
Edad Antigua: Los astures
Astorga fue, según Plinio el Viejo en el siglo I, la capital de la tribu de los astures, debido a que su posición, junto al monte sagrado del Teleno la convirtió en un cruce de caminos para los pueblos celtas que habitaban en el noroeste peninsular. Este asentamiento llamó poderosamente la atención de Roma, que conquistaron la ciudad en el siglo I a. C. y la convirtieron en base de la Legio X Gemina durante las Guerras Cántabras. El dominio de la ciudad astur tenía como objetivo fundamental el control de los ricos yacimientos auríferos de la zona y el establecimiento de rutas más seguras para transportar el mineral de oro desde el cercano paraje de Las Médulas. Por dicha razón, el castro astur fue rebautizado en honor del César como Asturica Augusta.
A partir de la segunda mitad del siglo XI, la ciudad de Astorga recibe el impulso de la peregrinación a Santiago de Compostela, que resultó ser un nuevo modelador urbano y mercantil. El impulso se concreta en un incremento de población, entre la que aparecen inmigrantes extranjeros de diversas procedencias, como los francos, que dejaron su testigo en el callejero de la ciudad con la calle de los francos. La ciudad crece extramuros, adosándose a las murallas nuevos arrabales como los de San Andrés, Rectivía y Puerta de Rey. Se construyen también nuevas iglesias y monasterios, que se ubicarán tanto en el núcleo antiguo como en los nuevos arrabales. Surgen también entre estos arrabales dos juderías que tendrán un importante papel en la vida comercial y social de la ciudad. El desarrollo de estos barrios imprime a la ciudad un mayor dinamismo económico y social y aumenta la complejidad funcional de la ciudad.
Nacida como campamento militar romano de la Legio X Gemina a finales del siglo I a. C., poco después se transformó en un núcleo civil. Capital del Conventus Asturum, Asturica Augusta fue un importante nudo de comunicaciones en el noroeste peninsular y gozó de cierta prosperidad en los primeros siglos de nuestra era gracias a la cercanía de varias explotaciones mineras, entre ellas Las Médulas. Tras el fin de éstas y las sucesivas destrucciones de la ciudad, ésta se vio sumida en un prolongado letargo hasta que en el siglo XI el impulso del Camino de Santiago supuso la revitalización del núcleo urbano.
Entre sus monumentos más representativos se encuentran la Catedral, el Palacio Episcopal, el Ayuntamiento y la Ergástula romana.
Edad Antigua: Los astures
Astorga fue, según Plinio el Viejo en el siglo I, la capital de la tribu de los astures, debido a que su posición, junto al monte sagrado del Teleno la convirtió en un cruce de caminos para los pueblos celtas que habitaban en el noroeste peninsular. Este asentamiento llamó poderosamente la atención de Roma, que conquistaron la ciudad en el siglo I a. C. y la convirtieron en base de la Legio X Gemina durante las Guerras Cántabras. El dominio de la ciudad astur tenía como objetivo fundamental el control de los ricos yacimientos auríferos de la zona y el establecimiento de rutas más seguras para transportar el mineral de oro desde el cercano paraje de Las Médulas. Por dicha razón, el castro astur fue rebautizado en honor del César como Asturica Augusta.
A partir de la segunda mitad del siglo XI, la ciudad de Astorga recibe el impulso de la peregrinación a Santiago de Compostela, que resultó ser un nuevo modelador urbano y mercantil. El impulso se concreta en un incremento de población, entre la que aparecen inmigrantes extranjeros de diversas procedencias, como los francos, que dejaron su testigo en el callejero de la ciudad con la calle de los francos. La ciudad crece extramuros, adosándose a las murallas nuevos arrabales como los de San Andrés, Rectivía y Puerta de Rey. Se construyen también nuevas iglesias y monasterios, que se ubicarán tanto en el núcleo antiguo como en los nuevos arrabales. Surgen también entre estos arrabales dos juderías que tendrán un importante papel en la vida comercial y social de la ciudad. El desarrollo de estos barrios imprime a la ciudad un mayor dinamismo económico y social y aumenta la complejidad funcional de la ciudad.
domingo, 11 de julio de 2010
Constantino y el Concilio de Nicea 325
Constantino I el Grande (Naissus, 27 de febrero de c. 272 - Ancycrona 22 de mayo de 337) fue Emperador de los romanos desde su proclamación por sus tropas el 25 de julio de 306, y gobernó un Imperio romano en constante crecimiento hasta su muerte. Se le conoce también como Constantino I, Constantino el Grande o, en la iglesia ortodoxa, las antiguas iglesias orientales y la iglesia católica bizantina griega, como San Constantino.
Legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, Constantino es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad legal al cristianismo en el Imperio romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, le presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte, tras un largo catecumenado. Sólo la Iglesia Ortodoxa lo venera como santo.
Legalizador de la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313, Constantino es conocido también por haber refundado la ciudad de Bizancio (actual Estambul, en Turquía), llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Convocó el Primer Concilio de Nicea en 325, que otorgó legitimidad legal al cristianismo en el Imperio romano por primera vez. Se considera que esto fue esencial para la expansión de esta religión, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesarea hasta nuestros días, le presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte, tras un largo catecumenado. Sólo la Iglesia Ortodoxa lo venera como santo.
Su madre fue Santa Elena
El siglo IV asistió a una de las grandes revoluciones en los acontecimientos del mundo: el reconocimiento del cristianismo por parte del Imperio romano. Aunque no era cristiano, Constantino atribuyó al Dios de los cristianos y al signo de la cruz, que había visto en sueños la noche anterior , la victoria en la batalla decisiva que iba a llevarle al trono imperial. Para colmo y regocijo de los cristianos, en el 313 d.C. junto con Licinio, augusto como él, garantizó la libertad religiosa ilimitada para todo el imperio, ( Edicto de Milán).
Además, en el 315 se abolió el castigo de la crucifixión, en el 321 se introdujo el domingo como festividad oficial y se aceptó que la iglesia disfrutara de su patrimonio y, por último, en el 325 se convirtió en Emperador único de la totalidad del Imperio, convocando, a la sazón, el primer concilio ecuménico – esto es, universal – que se celebró en su residencia de Nicea, en Bizancio.
Intentemos centrarnos: El presbítero Arrio defendía ahora que el hijo, Cristo, había sido creado antes de los tiempos, pero que, aún así, debía considerársele una criatura de este mundo. Esta idea provocó una gran controversia que, inicialmente, sacudió los cimientos de la iglesia oriental. Cuando Constantino advirtió que, ante la masivas conversiones que se producían en el seno del cristianismo, una división ideológica amenazaba la unidad de un Imperio que, no olvidemos, había sufrido una verdadera guerra civil y acababa de unificarse políticamente, convocó el concilio universal. Extrapolando la situación, Constantino hizo exactamente lo mismo que haría el Director General de una gran empresa moderna cuando dos de sus principales departamentos tienen una visión divergente del modo de concluir un negocio... convocar una reunión.
Resultados del Concilio
Según el credo aprobado – la resolución más importante del concilio – Jesucristo no habría sido creado antes de lo tiempos, esto es, el punto de vista arriano. Antes bien, como “hijo” es también “de la misma naturaleza que su padre” (en griego Homo-ousios) una interpolación de la idea helenística de la consustancialidad, idea que aunque resulta escasamente bíblica, era más fácil de concebir por la población del Imperio, incluido el mismo Constantino, aunque no para los judíos. En definitiva, el nuevo credo supone la apuesta total de la iglesia por occidente y los gentiles como vivero de vocaciones y una cierta ruptura con oriente, con las fuentes hebraicas y con las filosofías orientales. Desde el primitivo cristianismo, el concilio había creado, de hecho, el catolicismo.
Es ese año 313 cuando Constantino comienza, de verdad, a tener en cuenta a los cristianos como fuerza de mantenimiento del orden y la paz, no sólo porque están organizados a lo largo y ancho de todo el Imperio, lo que los convertía también en una fuerza de espionaje y sabotaje sin parangón, sino porque la doctrina cristiana se acercaba mucho a lo que él mismo entendía por una religión. Como su padre, Constantino era un adepto al culto solar - Sol Invictus-. Las fuentes católicas se hacen eco de su revelación divina a raíz de una aparición. Lo cierto es que Constantino fue adicto a las apariciones divinas, entre ellas la de un Apolo Solar durante su estancia en Vosgos. Es evidente que Constantino era más un hombre de Estado que un hombre religioso, y su política al respecto lo prueba. Durante el año 313 los símbolos cristianos se multiplican en las monedas y las menciones a otros dioses "paganos" se van apagando. Pero es en el año 314 cuando los cristianos le piden que intervenga en una disputa con respecto a la doctrina donatista, vendiéndole la imagen de perturbación de la paz que producía la duplicación de la doctrina cristiana. Era evidente que la idea de unificación que Constantino albergaba tendía a cerrar una disputa que había dividido el norte de África, fuente de avituallamiento de todo el Imperio, donde surgían comunidades cristianas paralelas por doquier con una doctrina que estaba tomando el tinte de una cierta lucha social - los campesinos, literalmente trillados por los impuestos imperiales para el mantenimiento de las luchas internas entre los tetrarcas, se sintieron más cerca de los donatistas, cuya nueva doctrina aprovechaban para saquear haciendas y bienes de aquellos que no la compartían-. Donde de verdad Constantino vio la oportunidad fue en que, si bien los cristianos no donatistas le habían pedido intervención, los donatistas también lo hicieron. Y él no desaprovecha la ocasión para imponer su criterio. Nombra a Milciades, obispo de Roma y a Marcos, procónsul de África, como jueces en la disputa, celebrando el llamado Concilio de Arlés, al frente del cual pone a Ceciliano. La cuestión no era que el Concilio terminara con el cisma donatista, para Constantino la cuestión era que el Concilio de Arlés es el primer Concilio sujeto a arbitrio imperial y abría una serie de posibilidades que, como hombre de Estado, no le pasaron desapersividas. El Concilio de Arlés es el verdadero antecedente histórico para el Concilio de Nicea, también sujeto a arbitrio imperial.
Si bien en el año 325 la religión más favorecida por el Estado, no sólo desde la ley, sino también de forma económica, es la cristiana, no deja de ser cierto que la religión más popular es el mitrianismo. El ferreo código moral cristiano y el fundamentalismo del que hacen gala los cristianos no atrae demasiado a una ciudadanía que acostumbra a cambiar de religión según sus preferencias, el tipo de celebraciones que practican, etc, etc. Esto se debe a la gran oferta religiosa que existe.
Hasta el año 320, el cristianismo es tolerado y favorecido, pero nunca convertido en la religión oficial del Estado. Es la época de compromiso con la antigua religión - Constantino seguía siendo pontifex maximus, impronta que remarca en el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino- y de equilibrio entre cristianos y paganos. Tanto es así que el Emperador tiene consejeros de varias religiones... pero por los cristianos tiene a Osio de Córdoba (256-357).
Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, ser pontifex maximus o ejercer el cesaropapismo. Es menester que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesita que las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos al Imperio. Precisa que las distintas religiones unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra abierta por los creyentes. En parte ya lo está consiguiendo con el mitrianismo - Sol Invictus- y el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el sosticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... -¿Les suena?-, curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo-. También quisiera señalar que el gorro que usaran obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado de dignidad que llevaban los sacerdotes de Mitra y, posteriormente, los sacerdotes persas que vestían de blanco - es evidente que el tocado no era, ni mucho menos, parecido a lo que, hacia el siglo V, se usaba en la Iglesia Oriental, que no pasaba de ser un bonete semiovoide. Pero su origen está claro y es indiscutible-. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.
El Concilio de Nicea se celebra en el 325 en la ciudad de la que toma nombre - la actual Iznik-, en Asia Menor. Lo convoca directamente el Emperador Constantino, y las fuentes eclesiásticas dan por cierto que por consejo de Osio de Córdoba. "Son las mismas fuentes que no reconocen la asistencia al Concilio de Nicea de otras sectas y religiones. Sin embargo esto no es discutible dado que las decisiones tomadas en este Concilio unifican en el credo cristiano diferentes tradiciones que nada tenían que ver con el cristianismo hasta su celebración: la fecha de la Navidad es un buen ejemplo (...)"
Pero este Concilio no sólo es curioso por eso. El "Milagro" de Nicea también permitió quitar de en medio 266 evangelios mediante la "intervención divina", que consistió en poner los 270 evangelios bajo una mesa del salón del Concilio, cerrar la puerta con llave y pedir a los Obispos que rezaran durante toda la noche para que dios pusiera sobre la mesa aquellos que fueran inspirados por él. Claro que, a falta de actas, tampoco sabemos quien guardó la llave durante la noche. Lo cierto es que a la mañana siguiente los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan estaban sobre la mesa. Sobrenatural o no, el responsable del "milagro" debió de haber ponderado mejor la elección de estos cuatro evangelios, pues los escogidos incurren en abundantes contradicciones lo que hace imposible que sean, por llamarlo de alguna manera, fiables. Por ejemplo, en el evangelio de Mateo se afirma que el nacimiento de Jesús fue dos años antes de la muerte de Herodes, mientras que si es a Lucas a quien tenemos que hacer caso, Herodes llevaría nueve años muerto en el momento del nacimiento de Cristo.
Sin embargo, lo más importante es que lo que resulta del Concilio de Nicea es el catolicismo, con variaciones bastante pequeñas, que hoy día conocemos. Aparece de forma efectiva lo que será, ya para los restos, la catholica ecclesia, no sólo como concepto sino con un refinamiento en cuanto a organización que jamás había tenido ninguna otra organización religiosa, ni lo tendrá después. Se aprueba todo lo relativo a las elecciones episcopales, los patriarcas y su jurisdicción, todo lo relativo a la excomunión, la prohibición de abandono de sus iglesias por parte de los clérigos, así como la prohibición de que Obispos, sacerdotes y diáconos pasen de una iglesia a otra. En este concilio se llegan a sentar incluso las bases de la liturgia que hoy día conocemos... pero también se le dan poderes a la nueva iglesia para embarcarse en una campaña de censura a gran escala destinada a silenciar a millones de disidentes a través del asesinato, la quema de libros, la destrucción de obras de arte, la desacralización de templos, la eliminación de documentos, inscripciones o cualquier otro posible indicio que pudiera poner en duda su derecho a ejercer el gobierno del espíritu del hombre, y que condujo a occidente a unos niveles de ignorancia desconocidos desde el nacimiento de la civilización grecoromana - "A fin de oculta rel hecho de que no existía base histórica alguna que justificase sus ficciones teológicas, el sacerdocio cristiano tuvo que recurrir al deleznable crimen de destruir casi cualquier traza de lo ocurrido durante los dos primeros siglos de la era cristiana. Lo poco que fue permitido que llegase hasta nosotros lo habían alterado y distorsionado hasta dejarlo por completo carente de cualquier valor histórico" Jonathan M. Roberts, Antiquity unveiled: ancient voices from the spirit realms, Mokelumne Hill (California), Health Research Books, 1970-.
Por su parte Constantino consigue aquello que se había propuesto, la creación de una religión de Estado que respaldará su poder, y con el tiempo el de todas las monarquías europeas siempre y cuando sean católicas, como entregado por el propio dios. Sin embargo, pasan muy pocos años entre un Constantino, monarca que preside un Concilio que ha logrado hacer a su medida y en los términos que pretende, intentando estatalizar a la religión que nace de dicho Concilio, y esta carta enviada por un Osio dejando claro cual era el espíritu de aquellos que, como supuestos defensores de la fe, acudieron a Nicea: "Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Haces mal en escribir tales cosas y en amenazarme (...) Dios te confió el Imperio, a nosotros las cosas de la Iglesia (...) Ni a nosotros es lícito tener potestad en la tierra, ni tú, Emperador, la tienes en lo sagrado..." La historia, y a las pruebas me remito, desdijo a Osio e hizo salir las verdaderas intenciones de la iglesia, dando la vuelta a aquella tortilla que tan bien creyó hacer Constantino. Todo ello en menos de cien años.
Una vez que las autoridades eclesiásticas obtienen el derecho legal de destruir cualquier obra escrita que se opusiera a las bases sentadas en Nicea, entre los siglos III y VI, bibliotecas enteras fueron arrasadas hasta los cimientos, escuelas dispersadas y confiscados los libros de ciudadanos particulares a lo largo y ancho el imperio romano, so pretexto de proteger a la iglesia contra el paganismo. En el siglo V la destrucción era tal que el arzobispo Crisóstomo escribió con satisfacción: "Cada rastro de la vieja filosofía y literatura del mundo antiguo ha sido extirpado de la faz de la tierra" - Lloyd Graham, Deceptions and myths of the Bible, Nueva York, Citadel Press, 1991-. Se establece la pena de muerte para cualquier persona que escribiera libros que contradijeran las doctrinas de la iglesia. En la lista de aquellos que participaron en ello hay muchos nombres de los "doctores" de la iglesia. El propio Gregorio, obispo de Constantinopla y último doctor de la iglesia, fue un activo incinerador de libros. La construcción de iglesias sobre las ruinas de los templos y lugares sagrados de los paganos no sólo se convirtió en una práctica común sino también obligada para borrar por completo el recuerdo de cualquier culto anterior. Sin embargo, hubo cierta justicia poética en todo ello. En Egipto, ante la imposibilidad material de demoler las grandes obras de la época faraónica o de borrar los jeroglíficos grabados en la piedra, se optó por tapar los textos egipcios con argamasa, lo cual, lejos de destruirlos, sirvió para conservarlos a la perfección hasta nuestros días y eso ha permitido que tengamos un conocimiento de antiguo Egipto más detallado que el de los primeros siglos de nuestra era y, lo que es más importante, aquellos jeroglíficos preservaron la verdad, ya que contenían la esencia y el ritual del mito celeste que, casualidades de la vida, tiene una enorme similitud al mito evangélico.
"Tras quemar libros y clausurar iglesias paganas, la iglesia se embarcó en otra clase de encubrimiento: la falsificación por omisión. La totalidad de la historia europea fue corregida por una iglesia que pretendía convertirse en la única y exclusiva depositaria de los archivos históricos y literarios. Con todos los documentos importantes custodiados en los monasterios y un pueblo llano degenerado al más absoluto analfabetismo, la historia cristiana pudo ser falsificada con total impunidad, convirtiendo a una religión de Estado en un Estado en si misma". Barbara Walker, The womans enciclopedia of myths and secrets, San Francisco, Harper and Row, 1993.
El siglo IV asistió a una de las grandes revoluciones en los acontecimientos del mundo: el reconocimiento del cristianismo por parte del Imperio romano. Aunque no era cristiano, Constantino atribuyó al Dios de los cristianos y al signo de la cruz, que había visto en sueños la noche anterior , la victoria en la batalla decisiva que iba a llevarle al trono imperial. Para colmo y regocijo de los cristianos, en el 313 d.C. junto con Licinio, augusto como él, garantizó la libertad religiosa ilimitada para todo el imperio, ( Edicto de Milán).
Además, en el 315 se abolió el castigo de la crucifixión, en el 321 se introdujo el domingo como festividad oficial y se aceptó que la iglesia disfrutara de su patrimonio y, por último, en el 325 se convirtió en Emperador único de la totalidad del Imperio, convocando, a la sazón, el primer concilio ecuménico – esto es, universal – que se celebró en su residencia de Nicea, en Bizancio.
Intentemos centrarnos: El presbítero Arrio defendía ahora que el hijo, Cristo, había sido creado antes de los tiempos, pero que, aún así, debía considerársele una criatura de este mundo. Esta idea provocó una gran controversia que, inicialmente, sacudió los cimientos de la iglesia oriental. Cuando Constantino advirtió que, ante la masivas conversiones que se producían en el seno del cristianismo, una división ideológica amenazaba la unidad de un Imperio que, no olvidemos, había sufrido una verdadera guerra civil y acababa de unificarse políticamente, convocó el concilio universal. Extrapolando la situación, Constantino hizo exactamente lo mismo que haría el Director General de una gran empresa moderna cuando dos de sus principales departamentos tienen una visión divergente del modo de concluir un negocio... convocar una reunión.
Resultados del Concilio
Según el credo aprobado – la resolución más importante del concilio – Jesucristo no habría sido creado antes de lo tiempos, esto es, el punto de vista arriano. Antes bien, como “hijo” es también “de la misma naturaleza que su padre” (en griego Homo-ousios) una interpolación de la idea helenística de la consustancialidad, idea que aunque resulta escasamente bíblica, era más fácil de concebir por la población del Imperio, incluido el mismo Constantino, aunque no para los judíos. En definitiva, el nuevo credo supone la apuesta total de la iglesia por occidente y los gentiles como vivero de vocaciones y una cierta ruptura con oriente, con las fuentes hebraicas y con las filosofías orientales. Desde el primitivo cristianismo, el concilio había creado, de hecho, el catolicismo.
Es ese año 313 cuando Constantino comienza, de verdad, a tener en cuenta a los cristianos como fuerza de mantenimiento del orden y la paz, no sólo porque están organizados a lo largo y ancho de todo el Imperio, lo que los convertía también en una fuerza de espionaje y sabotaje sin parangón, sino porque la doctrina cristiana se acercaba mucho a lo que él mismo entendía por una religión. Como su padre, Constantino era un adepto al culto solar - Sol Invictus-. Las fuentes católicas se hacen eco de su revelación divina a raíz de una aparición. Lo cierto es que Constantino fue adicto a las apariciones divinas, entre ellas la de un Apolo Solar durante su estancia en Vosgos. Es evidente que Constantino era más un hombre de Estado que un hombre religioso, y su política al respecto lo prueba. Durante el año 313 los símbolos cristianos se multiplican en las monedas y las menciones a otros dioses "paganos" se van apagando. Pero es en el año 314 cuando los cristianos le piden que intervenga en una disputa con respecto a la doctrina donatista, vendiéndole la imagen de perturbación de la paz que producía la duplicación de la doctrina cristiana. Era evidente que la idea de unificación que Constantino albergaba tendía a cerrar una disputa que había dividido el norte de África, fuente de avituallamiento de todo el Imperio, donde surgían comunidades cristianas paralelas por doquier con una doctrina que estaba tomando el tinte de una cierta lucha social - los campesinos, literalmente trillados por los impuestos imperiales para el mantenimiento de las luchas internas entre los tetrarcas, se sintieron más cerca de los donatistas, cuya nueva doctrina aprovechaban para saquear haciendas y bienes de aquellos que no la compartían-. Donde de verdad Constantino vio la oportunidad fue en que, si bien los cristianos no donatistas le habían pedido intervención, los donatistas también lo hicieron. Y él no desaprovecha la ocasión para imponer su criterio. Nombra a Milciades, obispo de Roma y a Marcos, procónsul de África, como jueces en la disputa, celebrando el llamado Concilio de Arlés, al frente del cual pone a Ceciliano. La cuestión no era que el Concilio terminara con el cisma donatista, para Constantino la cuestión era que el Concilio de Arlés es el primer Concilio sujeto a arbitrio imperial y abría una serie de posibilidades que, como hombre de Estado, no le pasaron desapersividas. El Concilio de Arlés es el verdadero antecedente histórico para el Concilio de Nicea, también sujeto a arbitrio imperial.
Si bien en el año 325 la religión más favorecida por el Estado, no sólo desde la ley, sino también de forma económica, es la cristiana, no deja de ser cierto que la religión más popular es el mitrianismo. El ferreo código moral cristiano y el fundamentalismo del que hacen gala los cristianos no atrae demasiado a una ciudadanía que acostumbra a cambiar de religión según sus preferencias, el tipo de celebraciones que practican, etc, etc. Esto se debe a la gran oferta religiosa que existe.
Hasta el año 320, el cristianismo es tolerado y favorecido, pero nunca convertido en la religión oficial del Estado. Es la época de compromiso con la antigua religión - Constantino seguía siendo pontifex maximus, impronta que remarca en el Crismón o Lábaro, estandarte militar de Constantino- y de equilibrio entre cristianos y paganos. Tanto es así que el Emperador tiene consejeros de varias religiones... pero por los cristianos tiene a Osio de Córdoba (256-357).
Constantino se da perfecta cuenta de que si quiere un respaldo religioso a su política, si pretende conseguir el gobierno del hombre por la ley y la moral, necesita no sólo respaldar su dinastía, ser pontifex maximus o ejercer el cesaropapismo. Es menester que las diferentes religiones admitan el origen divino de su poder, no porque sea dios, sino porque dios así quería que fuera. Necesita que las diferentes religiones respalden al Estado y unifiquen criterios que le sean más provechosos al Imperio. Precisa que las distintas religiones unifiquen criterios en vez de entrar en una guerra abierta por los creyentes. En parte ya lo está consiguiendo con el mitrianismo - Sol Invictus- y el cristianismo. Un buen ejemplo de ello es que el Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba tras el sosticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre... -¿Les suena?-, curiosamente resulta que es a partir del Concilio de Nicea cuando queda sentado que el 25 de diciembre es la fecha del nacimiento de Cristo - no de Jesús, de Cristo-. También quisiera señalar que el gorro que usaran obispos, arzobispos y el mismo Papa, la mitra, tiene su origen en el tocado de dignidad que llevaban los sacerdotes de Mitra y, posteriormente, los sacerdotes persas que vestían de blanco - es evidente que el tocado no era, ni mucho menos, parecido a lo que, hacia el siglo V, se usaba en la Iglesia Oriental, que no pasaba de ser un bonete semiovoide. Pero su origen está claro y es indiscutible-. Incluso el halo que aparece en las figuras de los santos rodeando su cabeza es una copia del que aparece alrededor de la cabeza del auriga del carro del Sol Invicto.
El Concilio de Nicea se celebra en el 325 en la ciudad de la que toma nombre - la actual Iznik-, en Asia Menor. Lo convoca directamente el Emperador Constantino, y las fuentes eclesiásticas dan por cierto que por consejo de Osio de Córdoba. "Son las mismas fuentes que no reconocen la asistencia al Concilio de Nicea de otras sectas y religiones. Sin embargo esto no es discutible dado que las decisiones tomadas en este Concilio unifican en el credo cristiano diferentes tradiciones que nada tenían que ver con el cristianismo hasta su celebración: la fecha de la Navidad es un buen ejemplo (...)"
Pero este Concilio no sólo es curioso por eso. El "Milagro" de Nicea también permitió quitar de en medio 266 evangelios mediante la "intervención divina", que consistió en poner los 270 evangelios bajo una mesa del salón del Concilio, cerrar la puerta con llave y pedir a los Obispos que rezaran durante toda la noche para que dios pusiera sobre la mesa aquellos que fueran inspirados por él. Claro que, a falta de actas, tampoco sabemos quien guardó la llave durante la noche. Lo cierto es que a la mañana siguiente los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan estaban sobre la mesa. Sobrenatural o no, el responsable del "milagro" debió de haber ponderado mejor la elección de estos cuatro evangelios, pues los escogidos incurren en abundantes contradicciones lo que hace imposible que sean, por llamarlo de alguna manera, fiables. Por ejemplo, en el evangelio de Mateo se afirma que el nacimiento de Jesús fue dos años antes de la muerte de Herodes, mientras que si es a Lucas a quien tenemos que hacer caso, Herodes llevaría nueve años muerto en el momento del nacimiento de Cristo.
Sin embargo, lo más importante es que lo que resulta del Concilio de Nicea es el catolicismo, con variaciones bastante pequeñas, que hoy día conocemos. Aparece de forma efectiva lo que será, ya para los restos, la catholica ecclesia, no sólo como concepto sino con un refinamiento en cuanto a organización que jamás había tenido ninguna otra organización religiosa, ni lo tendrá después. Se aprueba todo lo relativo a las elecciones episcopales, los patriarcas y su jurisdicción, todo lo relativo a la excomunión, la prohibición de abandono de sus iglesias por parte de los clérigos, así como la prohibición de que Obispos, sacerdotes y diáconos pasen de una iglesia a otra. En este concilio se llegan a sentar incluso las bases de la liturgia que hoy día conocemos... pero también se le dan poderes a la nueva iglesia para embarcarse en una campaña de censura a gran escala destinada a silenciar a millones de disidentes a través del asesinato, la quema de libros, la destrucción de obras de arte, la desacralización de templos, la eliminación de documentos, inscripciones o cualquier otro posible indicio que pudiera poner en duda su derecho a ejercer el gobierno del espíritu del hombre, y que condujo a occidente a unos niveles de ignorancia desconocidos desde el nacimiento de la civilización grecoromana - "A fin de oculta rel hecho de que no existía base histórica alguna que justificase sus ficciones teológicas, el sacerdocio cristiano tuvo que recurrir al deleznable crimen de destruir casi cualquier traza de lo ocurrido durante los dos primeros siglos de la era cristiana. Lo poco que fue permitido que llegase hasta nosotros lo habían alterado y distorsionado hasta dejarlo por completo carente de cualquier valor histórico" Jonathan M. Roberts, Antiquity unveiled: ancient voices from the spirit realms, Mokelumne Hill (California), Health Research Books, 1970-.
Por su parte Constantino consigue aquello que se había propuesto, la creación de una religión de Estado que respaldará su poder, y con el tiempo el de todas las monarquías europeas siempre y cuando sean católicas, como entregado por el propio dios. Sin embargo, pasan muy pocos años entre un Constantino, monarca que preside un Concilio que ha logrado hacer a su medida y en los términos que pretende, intentando estatalizar a la religión que nace de dicho Concilio, y esta carta enviada por un Osio dejando claro cual era el espíritu de aquellos que, como supuestos defensores de la fe, acudieron a Nicea: "Yo fui confesor de la fe cuando la persecución de tu abuelo Maximiano. Si tú la reiteras, estoy dispuesto a padecerlo todo antes que a derramar sangre inocente ni ser traidor a la verdad. Haces mal en escribir tales cosas y en amenazarme (...) Dios te confió el Imperio, a nosotros las cosas de la Iglesia (...) Ni a nosotros es lícito tener potestad en la tierra, ni tú, Emperador, la tienes en lo sagrado..." La historia, y a las pruebas me remito, desdijo a Osio e hizo salir las verdaderas intenciones de la iglesia, dando la vuelta a aquella tortilla que tan bien creyó hacer Constantino. Todo ello en menos de cien años.
Una vez que las autoridades eclesiásticas obtienen el derecho legal de destruir cualquier obra escrita que se opusiera a las bases sentadas en Nicea, entre los siglos III y VI, bibliotecas enteras fueron arrasadas hasta los cimientos, escuelas dispersadas y confiscados los libros de ciudadanos particulares a lo largo y ancho el imperio romano, so pretexto de proteger a la iglesia contra el paganismo. En el siglo V la destrucción era tal que el arzobispo Crisóstomo escribió con satisfacción: "Cada rastro de la vieja filosofía y literatura del mundo antiguo ha sido extirpado de la faz de la tierra" - Lloyd Graham, Deceptions and myths of the Bible, Nueva York, Citadel Press, 1991-. Se establece la pena de muerte para cualquier persona que escribiera libros que contradijeran las doctrinas de la iglesia. En la lista de aquellos que participaron en ello hay muchos nombres de los "doctores" de la iglesia. El propio Gregorio, obispo de Constantinopla y último doctor de la iglesia, fue un activo incinerador de libros. La construcción de iglesias sobre las ruinas de los templos y lugares sagrados de los paganos no sólo se convirtió en una práctica común sino también obligada para borrar por completo el recuerdo de cualquier culto anterior. Sin embargo, hubo cierta justicia poética en todo ello. En Egipto, ante la imposibilidad material de demoler las grandes obras de la época faraónica o de borrar los jeroglíficos grabados en la piedra, se optó por tapar los textos egipcios con argamasa, lo cual, lejos de destruirlos, sirvió para conservarlos a la perfección hasta nuestros días y eso ha permitido que tengamos un conocimiento de antiguo Egipto más detallado que el de los primeros siglos de nuestra era y, lo que es más importante, aquellos jeroglíficos preservaron la verdad, ya que contenían la esencia y el ritual del mito celeste que, casualidades de la vida, tiene una enorme similitud al mito evangélico.
"Tras quemar libros y clausurar iglesias paganas, la iglesia se embarcó en otra clase de encubrimiento: la falsificación por omisión. La totalidad de la historia europea fue corregida por una iglesia que pretendía convertirse en la única y exclusiva depositaria de los archivos históricos y literarios. Con todos los documentos importantes custodiados en los monasterios y un pueblo llano degenerado al más absoluto analfabetismo, la historia cristiana pudo ser falsificada con total impunidad, convirtiendo a una religión de Estado en un Estado en si misma". Barbara Walker, The womans enciclopedia of myths and secrets, San Francisco, Harper and Row, 1993.
lunes, 1 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)