lunes, 23 de agosto de 2010

El mito del camino Santiago




Cuenta la tradición que hacia el año 820 un ermitaño llamado Pelayo, afirmó que observaba muchas noches unas luces que semejaban una lluvia de estrellas fugaces, que caían siempre sobre el mismo montículo. Pelayo, impresionado por la lluvia de estrellas, se presentó ante el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, para informarle del suceso. El obispo se trasladó hasta el lugar y pudo contemplar el fenómeno relatado por el ermitaño. Un fuerte resplandor iluminaba el lugar en donde, entre la densa vegetación, encontrarían un sepulcro de piedra en el que reposaban tres cuerpos, identificados como el de Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio.
Sitúense en el siglo IX, 800 años después de la muerte de Santiago.
El más antiguo se los relatos pormenorizados que se conserva sobre el descubrimiento es la "Concordia de Antealtares", escrito doscientos cincuenta años después, concretamente en el 1077.
Y es a partir de esa fecha, cuando el sepulcro se convierte en punto de peregrinación de todo el continente Europeo. El camino quedó definido entonces recurriendo básicamente a las numerosas calzadas romanas que unían diferentes puntos de la península.
Hace pocos años, unos cien, más de mil después del descubrimiento, en 1878 el Papa León XIII expide una Bula donde confirma la autenticidad de los restos del Apóstol, que habían sido reencontrados tras haberse escondido contra los saqueos casi tres siglos antes. Este hecho, junto al descubrimiento de la tumba de Teodomiro en 1949, hace renacer el interés por el Camino de Santiago.
Hasta aquí llega la historia oficial del Camino de Santiago, basada en conjeturas, las más de las veces, inverosímiles, intereses religiosos, políticos, sociales, turísticos y, curiosamente, poco o nada históricos.

Pero existe, también, otra versión sobre de quién son los restos que descansan en la tumba de Compostela. Conozcamos esa otra leyenda. Hacia el año 349 nace Prisciliano en Iria Flavia en el útero mismo de la Galicia esotérica y mágica. Iria Flavia es por aquel entonces un mítico lugar de ancestrales cultos protocélticos, enclavada en un altozano que pareciera un gigantesco menhir, se decía que era la última etapa de peregrinación de los druidas del continente antes de llegar a los confines de la Tierra, el Finisterrae, esa zona que hoy conocemos como Costa de la Muerte.
Sabemos que aquel joven gallego empujado por su pasión por el gnosticismo conoció a Ágape y Marcos, discípulos de Basílides, hombre clave del hermetismo maniqueo más esotérico, fue Prisciliano también discípulo de Delphidius catedrático de retórica y poeta, considerado descendiente directo de los druidas. Prisciliano fundó en Burdeos, junto con Elpidio una comunidad de pensadores, vestían túnicas blancas y se dedicaban, entre otras muchas labores, a la recolección de piedras sagradas (abraxas) en antiguas cuevas prehistóricas de Aquitania. Amantes de la noche, trabajaban a la luz de la luna para incrementar la luminaria del fuego, tal como hacían los antiguos celtas que adoraban el plenilunio.
Expulsado de Aquitania por acusaciones de brujería, Prisciliano condujo a sus seguidores a su céltica Galicia, la cuna europea del paganismo, pero ni en su mágica tierra se vio libre de sus enemigos y fue acusado junto a Prócula de escándalo amoroso. Muchos historiadores sostienen que Prócula fue la inspiradora de la elección de la venera (vieira) como símbolo del peregrinaje iniciático hacia la Costa de la Muerte.
Jamás se rindió Prisciliano a las falsas acusaciones de sus enemigos, llegó a ser obispo de Ávila, predicó la pobreza como virtud y los evangelios apócrifos, ampliando con el paso del tiempo el número de sus seguidores que reclutaba entre las elites culturales y del poder.
Fue tan grande su influencia que fue perseguido por las más altas instancias de la iglesia hasta que lograron su condena a muerte tras sufrir grandes torturas acusado de maniqueo, hermetista y llegaron a decirse de él que era la reencarnación de un brujo druida de la prehistoria gallega.
La cabeza de Prisciliano rodó en Tréveris -Alemania- en la primavera del año 385 ante los extasiados ojos de un público que no entendía lo que estaba ocurriendo. Con la muerte de Prisciliano muere su historia y nace su leyenda.
Cuatro años después de su muerte, un grupo de seguidores gallegos llega a la cuidad alemana de Tréveris a reclamar el cuerpo de su maestro Prisciliano y los discípulos ejecutados con él para transportarlos a su hermética tierra de druidas y darle cristiana sepultura. Con él muere la leyenda herética y nace la secreta historia de Prisciliano y sus discípulos.
El cuerpo es llevado a hombros a lo largo de la Galia y la Hispania, recorriendo "casualmente" un itinerario que con el paso de los siglos se convertirá en la ruta jacobea, el hoy popular y turístico Camino de Santiago.
Prisciliano fue inhumado cerca de su tierra natal, Iria Flavia. Muy posiblemente sus restos mortales pasarían siglos después a la cripta de la catedral de Compostela bajo el velo protector de la leyenda de Santiago Apóstol.
Casi nada se puede afirmar del silente trabajo de sus seguidores, si fueron ellos quienes trazaron la ruta jacobea o ésta ya era un itinerario druida anterior, que aprovecharon los romanos para trazar sus calzadas, si los restos que hoy se atribuyen a Santiago Apóstol son los de Prisciliano, si los Cátaros, los Masarríes o los Templarios que surgieron años después, eran seguidores de este gnóstico o si, aún hoy, otras Sociedades Secretas siguen sus postulados.



Otros de los denominados caminos de Santiago, son anteriores al propio Santiago, Así en denominado camino de la Plata, es una calzada romana que unía Mérida con la ciudad de la Gallaecia, Asturiga (Astorga) donde se ubicaba la Legión Séptima Gémina.
Sea como fuere, Prisciliano creó una escuela gnóstica de grande influencia en los años posteriores y que aún hoy pueden detectarse sus vestigios en el pensamiento religioso del pueblo gallego, ese híbrido que aún hoy se profesa, mezcla de paganismo y cristianismo; aquella escuela proclamaba la liberación a través del conocimiento, en contraposición a la salvación a través de la fe.

Pero aún hay más versiones. Para quien conozca bien Galicia, no le resultará extraño oír que gran parte de su tradición cultural, de clara influencia atlántica, se ha trasmitido durante siglos de forma oral en la intimidad del hogar, sus muchas las creencias paganas, (Santa Compaña - Premoniciones - Lugares Sagrados - Meigas...) asimiladas muchas de ellas por el cristianismo y que han perdurado desde el neolítico hasta nuestros días.
Entre esas tradiciones orales existe una extendida por toda la Costa de la Muerte que narra las ancestrales peregrinaciones de los druidas de los pueblos atlánticos, a través de un camino iniciático que siguiendo las estrellas en la noche clara (Vía láctea) les conducía hasta el fin del mundo (Finisterrae). Era un camino hacia la muerte alegórica, allá donde muere el sol cada día, para renacer en el camino de regreso hacia el oriente.
Esa relación de esa costa con la muerte es una constante en la historia, ya los griegos la denominaban como Dutika Mere que significa región de la muerte. No debemos olvidar que en aquella tierra plana, esta franja de tierra era el fin del mundo, donde el Sol (Helios) era tragado a diario por el océano. Cada atardecer se hundía en Hades, país de los muertos para renacer de nuevo por senderos misteriosos en el oriente, emergiendo cada mañana con todo su esplendor. Según la mitología griega, Hermes trasladaba a los infiernos las almas de los muertos ayudado por Caronte que conducía su barca de piedra hasta Hades, la actual Costa de la Muerte. Fíjense la similitud, en ambos mitos, de la barca de piedra de Caronte y la que trajo cuerpo de Santiago a Galicia.

El célebre historiador católico Claudio Sánchez Albornoz: «...pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.» (C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71).

Unamuno escribía en sus "Andanzas y visiones españolas" (1922) que «todo hombre moderno, dotado de espíritu crítico, no puede admitir, por católico que sea, que el cuerpo de Santiago el Mayor repose en Compostela»

Interpretación Pórtico de la Gloria

http://www.porticodelagloria.com

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